I. Neuquén y Limay eran hijos de dos caciques que tenían sus viviendas, uno al norte y el otro al sur. Un día escucharon una dulce canción que se oía de la i del lago. Hacia allí se dirigieron y se asombraron mucho al descubrir una linda joven india de largas trenzas negras. — “¿Cómo te llamas?” — preguntó Limay — “Me llamo Flor” — contestó ella bajando sus negros ojos.
II. Ambos muchachos se enamoraron de la hermosa joven y ya en el camino de regreso sintieron que los celos rompían su antigua amistad. Cuando su amistad empezó a desaparecer con el pasar de las lunas, sus padres muy preocupados consultaron a un curandero, quien les explicó la causa de la enemistad de sus hijos. Entonces decidieron proponer a los jóvenes una prueba. — “¿Qué es lo que más te gustaría tener?" — preguntaron a Flor. — “Una caracola para escuchar en ella el rumor del mar” — contestó. — “El primero que llegue hasta el mar y regrese con el pedido, tendrá como premio el amor de Flor” — dijeron unánimemente los padres.
III. Los dioses para ayudar a los jóvenes los convirtieron a los dos en ríos. Así Neuquén y Limay empezaron el largo camino hacia el océano, Pero el espíritu del viento, envidioso por no haber sido tomado en cuenta, comenzó a contar al oído de la joven enamorada: — “¡Neuquén y Limay jamás volverán! Las estrellas que caen al mar se convierten en hermosas mujeres que seducen a los hombres dejándolos en el fondo del mar. ¡Nunca los volverás aver!”. El corazón de Flor se fue marchitando de angustia y dolor con estos pensamientos, al ver pasar el tiempo sin que sus amados regresaran. Se dirigió entonces a la orilla del lago donde había conocido el amor y levantando sus brazos hacia el cielo ofreció su vida a Dios, a cambio de la salvación de los jóvenes. Dios escuchó su oración y la convirtió en un hermoso árbol cuyas raíces penetraron en la húmeda tierra y la frondosa copa se elevó hacia el cielo.
IV. El envidioso viento voló a contarles lo sucedido a los jóvenes, que superando mil obstáculos, corrían hacia el mar. Sopló con tanta fuerza que desvió el curso de los ríos hasta juntarlos para darles la noticia y disfrutar de su dolor. Cuando comprendieron que Flor había muerto de amor por su causa, olvidaron sus ofensas y se abrazaron estrechamente. Así, unidas sus aguas para no separarse más, siguieron su camino hacia el mar, dando origen al Río Negro.
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Pero el espíritu del viento, ...